¡Bang! caos [Akemi Atsuko]

Otro día de trabajo, los días en el palacio siempre solían traer cierto aire de tranquilidad, demasiada para mi gusto. El ambiente no cambiaba. Al parecer la guerra, si bien este había sido uno de los puntos de origen, no parecía existir dentro del palacio. Ocasionalmente, como si del aire se trataba solía colarse debajo de las puertas y crear ese ambiente tenso, el cual sería común si permaneciera más tiempo, pero tan rápido como aparecía se volvía a ir ¿Acaso era un decreto ignorar que algo pasaba allí afuera? Al menos el fingir ser un miembro normal de la nación del fuego, quien simplemente cumplia con su trabajo, se había vuelto mil veces más fácil.

Era hora de buscar a Akemi, en días como esto no entendía cual era mi función en el lugar, quizás simplemente me habían contratado para fingir que hacia algo, pues todo parecía ser demasiado tranquilo. La verdad, esperaba que siguiera siendo asi por alguna extraña razón, a pesar de que sabia de que si atacaban muy probablemente sería mi gente. Finalmente llegue hasta la habitación de la princesa, llevando mi mano a la perilla segundos antes de escuchar que algo pasaba, rápidamente abri la puerta y mis ojos ¿Pero que demonios estaba pasando ahora?

Ya había aguantado demasiado. Pretender que todo estaba bien, siempre había sido su especialidad. En una nación como esa, con una familia como esa, era casi un requisito nacer así. ¿Cuánto había pasado? ¿Semanas? ¿Meses?. El tiempo parecía una nimiedad a comparación de sus padres ¿Por dónde empezar?. Por supuesto que con el señor de la nación del fuego. Su padre la había colmado de regalos desde que había podido abrir los ojos, y cuando comenzó a hablar, le había hecho mucho más fácil la tarea, puesto que podía decir que y cuanto quería. Era gracioso. Cualquiera podría envidiar ese estilo de vida, pero ahora no podía ni recordar cuando había dejado de hacerle feliz - ¿La había hecho alguna vez? -, y al contrario, hacerla sentir sola.

Se miró con tristeza en el tocador de madera fina, traído de quien sabe de donde. Aquí lo importante era su finura, no de donde provenía, o bueno, quizás, si lo requería. Tomó el cepillo de plata - ¿Era en serio? - que reposaba en éste y sin pensarlo, lo tiró hacia la superficie que reflejaba lo triste, lo molesta, lo desdichada y solitaria que se encontraba. Y ese fue el detonante.

Destruyó todo lo que se cruzaba en su camino. Su habitación había quedado hecha un desastre. Había algunas cosas en llamas - No había podido evitarlo - y francamente le daba igual que estuviesen así. La puerta se abrió y como si fuese la guinda en el pastel, entró su guardaespaldas. Miró su expresión de sorpresa con frialdad y continuó con la tarea de seguir rompiendo cuanta cosa se le atravesara. Esperaba que hiciera como los demás y se largara de ahí cuanto antes.

Si bien, las cosas podían cambiar radicalmente de un segundo a otro, las cosas habían resultado demasiado drásticas en este corto lapso de días. Primero la aparición de Nina, la cual había resultado como el primer tropiezo en todo el tiempo que había transcurrido hasta ahora pues ponía en riesgo el plan. Y ahora, cuando parecía que al menos el trabajo seguiría siendo lo mismo por un tiempo había tomado un giro inesperado. Si señores, vivía en un torbellino y acababa de darme cuenta.

¿Qué había pasado? No tenía idea, ¿Cómo hacerlo cuando al parecer todo aquí era un secreto? La habitación estaba destrozada, ¿Cómo una chica como ella podía hacer un desastre de aquella magnitud en tan poco tiempo? El vidrio roto, las cosas quemadas, todo. Sin pensarlo dos veces me acerque hasta ella rodeándola con mis brazos para que dejara de destruir todas las cosas –Oye ¿Qué pasa?- pregunte mientras la intentaba sostener en medio de toda la confusión de lo ocurrido. –Te puedes lastimar haciendo todo esto – mencione negando con la cabeza al notar el espejo roto enfrente.

Abrió los ojos con sorpresa al sentirse rodeada por los brazos del chico, pero aquello no duró mucho puesto que comenzó a forcejear. Estaba demasiado molesta, demasiado furiosa con todo - ¡Suéltame! ¡Te lo ordeno! - gritó mientras movía los hombros para safarse del agarre - ¿Lastimarme dices? - soltó una carcajada que no tenía ni un tinte de divertida después de su pregunta. Como si a alguien le interesara. Sus padres mandarían a los mejores sanadores de la nación del fuego para curarle en caso de que pasara eso, a él que le importaba.

De repente cayó en la cuenta. Era su guardaespaldas después de todo, era su deber protegerla. Le pagaban por eso, ¿No?. Como a todos - Has lo como los demás y déjame sola - se quedó quieta antes de seguir hablando, ésta vez en un susurro - No se tienen porque enterar, Lagen - dijo refiriéndose a él, por primera vez por su nombre. Era extraño, pero después de tanto tiempo, no se había molestado en hablarle así, al menos hasta ahora - Puedes hacer como si no me hubieses visto, créeme, han entrado unas cinco personas antes que tú - Y todas salían después de haber sentido la mirada que les echaba la princesa al verlos. Era fácil, temían terminar como el espejo o la mesa, así que no duraban más de un segundo ahí adentro. Cobardes.

Negué con la cabeza rápidamente al escucharla, mientras con mis brazos hacia el esfuerzo de amarrarla aun mejor a pesar de su forcejeo. –No, no te soltare amenos que te calmes- ¿Cómo soltarla en un momento donde era un peligro para ella misma? No podía negarlo, me importaba que algo muy malo le pasara, ya fuera mi trabajo o no, o parte de una coartada de otro trabajo el cual se supone debía considerar más importante. –y si, lastimarte- con todo lo que iba destruyendo podía lastimarse seriamente en caso de que algo le saliera mal.

Finalmente sentí como su forcejeo ceso, pero de igual forma no la solté, simplemente deje de poner tanto esfuerzo en mantenerla atrapada por mis brazos mientras la escuchaba. Negué con la cabeza de nuevo al escucharla, no haría lo que sugería, no era correcto y bueno… por alguna razón completamente bizarra me importaba el quedarme. – Nadie tiene que saber que me quede- mencione usando su comentario en favor de quedarme –Además, no entiendo porque tendría que importarme lo que opinen los demás respecto a que hago- agregue frunciendo el ceño levemente antes de largar un suspiro –No, no me iré de aquí- termine por remarcar la decisión que había tomado, y no cambiaria de opinión respecto a eso.

- No, no - susurró ante de la idea de que se quedara. No quería, no le gustaba que la vieran así, mucho menos él. ¿Por qué? Aun no lo sabía, pero desde en el que la había acompañado hasta el muelle, se había dado cuenta de ello. ¿Era extraño que le recordase de muchas maneras a su hermano, pero no lo viese como uno? Se quiso jalar del cabello en ese momento, pero los brazos del castaño aun la envolvían. Sus cavilaciones cesaron al escuchar lo que decía - Tienes suerte de poder decir lo que quieres, hacer lo que quieres, elegir lo que quieres... - ¿Elegir? Quizás su boca había hablado de más - Yo no puedo hacer esas cosas - llevó su mano a su cabello y tiró de aquél adorno, que más que nada, ahora le parecía una maldición.

Quizás el chico supiese que no iba a hacer alguna tontería, o quien sabe, quizás con su sola presencia bastaba para poder aplacar al dragón que había estado destruyendo todo, pero la pelirroja pudo deshacerse del agarre y caminar hasta una distancia prudencial de él - Estoy harta - dijo mirando el adorno que aun seguía en sus manos - ¡Estoy harta de ésta nación! - gritó para después tirarlo al suelo y mirarlo con furia. Su mirada se dirigió de nuevo a la del chico - Tienes suerte - dijo, retomando lo de antes - No hay mayor honor para ti que servir al señor del fuego de ésta manera, ¿No? Ser guardaespaldas de la princesa mimada y loca que solo se la pasa huyendo y saliendo a hurtadillas del palacio para cumplir sus caprichos - ¿Qué diablos le reclamaba? - Luego de que la guerra acabe, te largarás y podrás hacer de nuevo lo que tu quieras, porque a ti, no te importa lo que opinen los demás - dijo en el mismo tono con el que él lo había dicho. Volvió a mirarlo - No sé ni para que sigues aguantando ésto, bien puedes irte de una vez - dijo dándole la espalda y dirigiéndose al tocador cuyo espejo había roto.

Al principio las quejas parecían tener algo de sentido, hasta que la lluvia de estas comenzó a ser ¿contra mí? ¿Ahora qué le había hecho? Al escuchar sus palabras por alguna razón las ganas de decirle la verdad surgieron de la nada, quizás por el hecho de que las cosas que decía no podía aplicarlas a mí ¿Elegir? Claro, se suponía que estaba trabajando para el enemigo de alguna forma intentando ayudar a mi tribu y jodidamente el trabajo que tenia había empezado a, ser diferente a como lo miraba antes. Me agache recogiendo el adorno de cabello, representante de su nación y puesto, que había tirado al suelo -¿No puedes elegir o no quieres hacerlo? Porque para mi suena a que ya has tomado una decisión- mencione dejando la corona a un lado del espejo roto cruzándome de brazos.

Largue un suspiro mientras negaba con la cabeza –Y no Akemi, no todo es como parece, quizás te entiendo mas de lo que crees- ¿Por qué habia dicho eso? ¿Acaso habia olvidado el hecho de que debía mantener la boca cerrada para evitar cualquier sospecha? –Además, ¿Quién dijo que planeo irme tan rápido? Si me voy ¿Quién seria tu dolor de cabeza acosante? No no no, no puedo dejar que alguien más se divierta con mi trabajo- mencione en modo de broma mientras me encogía de hombros, para que no se notara que quizás, solo quizás, me gustaba el trabajo que tenia por otras razones. Aunque claro, eso quería decir cuidar a alguien que, acababa de demostrarme, que si podía estar loca en ocasiones.

Miró de reojo como el castaño colocaba el adorno en el tocador, sin embargo, giró el rostro hacia él cuando terminó de hablar - Yo no... - Era inútil negarlo, aunque, no era a él a quien se lo había intentado negar, si no, a ella. Lagen tenía razón, la pelirroja había tomado una decisión. Quizás más de una.

Soltó un suspiro y apoyó ambas manos en el tocador, dejando que su cabeza cayera hacia abajo - Si claro... - susurró, aunque no muy creyente de sus propias palabras, y poco después, muy a su pesar, sus labios se curvaron en una sonrisa - Tengo que admitir, que eres la niñera que más ha durado - comentó dejando la posición anterior y parándose bien. Lo examinó por unos momentos, antes de desviar la mirada - Antes no había necesitado de una... si no hasta que mi hermano se fue - confesó agachando la cabeza - Él... bueno - cruzó sus brazos, como si estuviese tratando de mantenerse caliente - Quizás ya lo habrás escuchado por ahí... o quizás mi padre compró a mucha gente para evitar que saliera de aquí... No me sorprendería que hubiese inventado algo... - negó brevemente, antes de alzar el rostro y mirarlo seriamente - Mi hermano traicionó a nuestra nación, y se unió a la rebelión - descruzó los brazos y tomó la corona que momentos antes se había quitado - Y tienes razón... tomé una elección. Voy a ayudarlo.

Me encogí de hombros al escuchar que había sido la “niñera” que mas había durado, seguramente las demás personas se rendían el primer día de corretearla, pues sería mentir si decía que corría como una típica princesa. No, la mujer corría demasiado rápido –Creo que me merezco un premio- dije fingiendo una voz demasiado orgullosa. Aunque claro, en mi posición esto si era un verdadero logro para mí, no me habían descubierto y seguía vivo, eso era tener suerte.

Antes de entrar al palacio no había escuchado lo de su hermano, aunque claro, todo había pasado tan rápido desde mi llegada que incluso era muy posible que hubiese escuchado la noticia y no me hubiera percatado de eso hasta el momento donde la chica del té había mencionado al hermano de Akemi, y su costumbre de tomar el té… ahora la historia había cobrado más sentido que al inicio cuando las piezas de muchas cosas se habían encontrado tan sueltas. Una sonrisa ladeada se dibujo en mis labios al escuchar la decisión que había tomado, pues si bien no era exactamente del lado en el que yo estaba, se acercaba. –Bueno si piensas hacer eso, tendré que cuidarte la espalda- respondí mientras llevaba una mano a mi cabello despeinándolo un poco –Después de todo para eso estoy, debo cumplir con mi trabajo- mencione dibujando una pequeña sonrisa de complicidad en mis labios, intentando darle a entender que estaba de su lado, siempre intentando disimular, mis motivos para estar aquí desde un principio. -Creo que me agradas un poco mas ahora- agregue por ultimo encogiendome de hombros.

Se encogió de hombros al escucharle mencionar lo de un premio. Quizás tuviese razón - No había pensado en nada, pero puedo darte la satisfacción de saber que no te quemaré el trasero como a los otros - dijo tratando de mantener la compostura y no reírse. La realidad era que al último guardaespaldas que había tenido antes de que Lagen llegase, así había terminado, y si eso no había sido suficiente, se había atrevido a acusarle con su padre - Oh, sí - menos mal que el señor del fuego tenía mejores cosas que pensar, y rápidamente aquél temerario ex- guardaespaldas terminó con más quemaduras en el mismo lugar, obra de su padre. Quizás era cosa de familia aquello, o algo entre padre e hija. De cualquier forma aquél sujeto no había vuelto a mostrar su cara por el palacio.

Había esperado otro tipo de reacción. Algo así como "¡Eres una traidora de tu nación!", junto el dedo índice del chico señalándola. De hecho, la pelirroja ya había creado en su mente todo el escenario para su fuga, por lo que lo único que pudo hacer fue mirarlo con incredulidad - ¿Lo dices... en serio? - preguntó con duda en su voz. Parpadeó como tratara de sospesar la información y rápidamente lo anterior fue olvidado - Aunque por unos segundos - al escucharle decir que le agradaba. ¿Era sólo ella o de repente se sentía como una llama fuera de la lumbre? - Am... bueno, tu también me agradas... ¿Más? - Quiso darse un golpe en la frente con el tocador, pero supuso que aquella no sería la mejor idea, considerando la cantidad de cristales que habían en él - Lo siento, es que me quedé sin que decir - dijo tratando de quitarle importancia con la mano. De repente sentía el impulso de aclararlo - Lo digo por lo de ayudarme... no por lo de que te agradara más - comentó como si nada, aunque su voz fue bajando gradualmente hasta quedarse callada. ¿Por qué de repente se sentía nerviosa? ¿Era porque le había contado el porque de su rabia anterior y el chico la había escuchado, y no sólo eso, se había quedado a pesar de los vanos intentos de la chica para que se fuera? Ahora que lo pensaba, aquello la avergonzaba mucho.